Si ELLOS pueden, si YO puedo...TÚ PUEDES!!
NYC MARATHON 2017

Maratón. Se dice pronto. Pero sólo los que hemos corrido esos 42,2km (no nos olvidemos de esos 200m, que son el último empujón hacia la tan deseada meta) sabemos lo que se experimenta, se disfruta y se sufre durante la carrera

No voy a decir que ha sido fácil, sobre todo cuando el trabajo representa más del 50% de mi tiempo y casualmente la época más ajetreada del año coincide con el final del entrenamiento. Conseguir sacar una hora diaria para entrenar viajando cada semana es a veces misión imposible. Y cuando llega el fin de semana, lo único que deseo es tumbarme en el sofá y descansar después de una semana agotadora. Sin embargo, salgo a correr durante 2 o 3 horas para no sentirme mal y saltarme otra "tirada larga".

Hay que ser muy constante y disciplinado para completar a rajatabla las 16 semanas de entrenamiento y, todo sea dicho, la constancia no es mi mejor virtud. Toda excusa es buena cuando se trata de saltarse parte del entrenamiento. Por eso, diría que casi tan importante como correr asiduamente es entrenar la mente. Tener claro uno o varios objetivos (ya sea completar por primera vez esos 42,2km, mejorar una marca personal, estar en forma, correr en memoria de alguien querido...cualquier objetivo es bueno), recordarlo a menudo y sobre todo cada vez que se tenga una excusa para no correr, y dar lo mejor de uno mismo tanto en los entrenamientos como en la carrera. Sin presión, sin miedo al fracaso, sabiendo que nuestro cuerpo está diseñado para correr,  visualizando la carrera y la entrada a meta.

La maratón más famosa, parte de las "6 majors" y desde luego la más concurrida del planeta es la de Nueva York. No importa cuántas veces haya participado, cuántas experiencias haya acumulado a lo largo de estos 4 últimos años, cuántas veces haya cruzado la meta...siempre parece la primera vez. Cada edición ha sido sin duda diferente: unas mejores, otras peores, unas corriendo sola, otras muy bien acompañada, pero todas inolvidables. Sin embargo, hay algo que se repite año tras año: los nervios en la salida hasta tener ganas de vomitar, los pelos de punta al llegar a Brooklyn y escuchar los primeros gritos de los espectadores, la respiración de decenas de corredores como único sonido a mi alrededor al cruzar el puente de Queensboro, el griterío ensordecedor de las miles de personas animando en la Primera Avenida como si fuesen de mi propia familia, el duro desnivel positivo (si, cuesta arriba) de la Quinta Avenida, la entrada a Central Park y por fin la adorada meta.

A menudo me preguntan en qué pienso mientras corro durante tantas horas. Nunca llevo música, creo que es mejor disfrutar del ambiente y aprovecharse del ánimo que insuflan los espectadores durante toda la carrera. Pienso en mi familia, en mis amigos, busco caras conocidas entre la gente, leo las pancartas que sostienen (algunas de lo más ingenioso), visualizo el siguiente tramo de recorrido y disfruto del momento sabiendo que es único.

Pero si hay algo que de verdad me inspira, son todas aquellas personas discapacitadas.

Ciegos corriendo agarrados a una cuerda que sostiene del otro extremo un voluntario, otros con muletas o en silla de ruedas (unas empujadas por otro corredor, otras empujada por ellos mismos). Recuerdo ver un hombre cruzando el puente de Queensboro (km 25) con una pierna visiblemente más corta que la otra y una tremenda cojera, se le doblaba todo el cuerpo con cada zancada. Nada más verle pensé en los dolores de espalda y piernas que tendría durante los días (o quién sabe si meses) siguientes. Imagino el esfuerzo que han tenido que hacer durante meses tanto físico como mental para poder llegar a correr una maratón. Imagino el orgullo que sienten cuando un voluntario cuelga la pesada medalla en su cuello. Imagino la enorme recompensa y satisfacción personal que han de sentir al completar la carrera y se me saltan las lágrimas.
Ellos me dan fuerzas para seguir. Pienso en la suerte que tengo por estar completamente sana y tener todos los sentidos y órganos funcionando correctamente, y me digo a mi misma: "si ellos pueden, ¿cómo no voy a poder yo?".

Si algo está claro, es que correr una maratón es algo que todo el mundo debería experimentar al menos una vez en la vida. A veces me río cuando un conocido o amigo se impresiona al saber que he corrido 4 maratones. Suelen decir algo así como "yo nunca podría, no sería capaz, como mucho corro 10km". Y me río porque recuerdo que yo antes pensaba lo mismo. Nunca había corrido más de 7km, nunca había entrenado,  nunca había tenido un reloj que monitorizase mis movimientos, nunca había participado en una carrera hasta mi primera media maratón en Central Park 6 meses antes de la maratón. Y sin embargo, ahora puedo decir orgullosa que he corrido 4 maratones. Y no una maratón cualquiera, sino la de Nueva York, una de las más duras. 

Con todo esto llego a una conclusión: si ELLOS pueden, si YO puedo...TÚ PUEDES!!

Marta Matanzo
@martus_ms


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